jueves, 30 de agosto de 2018

ABBADON, EL ÁNGEL EXTERMINADOR

-ABBADON, EL ÁNGEL EXTERMINADOR-

Abbadón el Exterminador - Ernesto Sábato - Wiperli

En la Vulgata, en el Apocalipsis, se dice:
“Et habebant super se regem angelum abyssi cui nomen hebraice Abaddon graece autem Apollyon et latine habet nomen ‘Exterminans’” (Ap. 9, 11).
Traducible como:
“Y tenían sobre sí al ángel rey del abismo, cuyo nombre hebreo es ‘Abaddon’, en griego ‘Apollyon’ y en latín tiene el nombre de ‘el Exterminador’”.
La Biblia Vulgata es, como se sabe, la traducción al latín que de la Biblia en griego hace Jerónimo de Estridón, San Jerónimo (340-420), a finales del s. IV, a petición del Papa Dámaso I, convertida en texto oficial de la Biblia por el Concilio de Trento en 1546.
El caso es que, en su trabajo, San Jerónimo, al llegar al versículo en cuestión del Apocalipsis, se siente en la obligación de añadir de su cosecha la traducción latina a un término que en la versión griega que él maneja, sólo aparecía en hebreo, “Abbadon”, y en griego, “Apollyon”, creando de este modo la famosa locución, tantas veces utilizadas en el lenguaje cotidiano, de “el Angel Exterminador” (un comentarista asiduo de esta columna firma así). La traducción, por otro lado, se ajusta bastante bien a las palabras presentes en el texto griego que traduce Jerónimo, pues “Apollyon” proviene del verbo griego “apollymi” o “apollyo” y significa “destruir”; y “Abbadon” parece provenir de la raíz hebrea “ABD” (las palabras hebreas carecen de vocales) y significaría “echar a perder, arruinar”.
En cuanto al papel que en el Apocalipsis desempeña Abbadon, el Angel Exterminador en definitiva, ha sido objeto de controversia en el plano de los estudios bíblicos. Pero se trata, inconfundiblemente, de un papel negativo, ya se trate del Anticristo, ya se trate del mismo Satanás en persona, ya se trate de un lugarteniente de Satanás. Es, en cualquier caso, el rey de unas langostas muy especiales, con poder para torturar al Hombre durante el extraño plazo de “cinco meses” (Ap. 9, 5), y con una particularísima morfología:
“La apariencia de estas langostas era parecida a caballos preparados para la guerra; sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro; sus rostros eran como rostros humanos; tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas como el estrépito de carros de muchos caballos que corren al combate; tienen colas parecidas a las de los escorpiones, con aguijones” (Ap. 9, 710)
En el Antiguo Testamento existen algunas referencias al “abbadon”, pero no se trata de un ser personalizado como en el Apocalipsis, sino más bien, de un lugar o de una situación. La Biblia de Jerusalén traduce el término como “perdición”. Dichas menciones se encuentran en tres libros: el Libro de Job, Proverbios y los Salmos.
En Proverbios encontramos:
“Yahvé vigila Abismo y Perdición [abbadon]: ¡cuánto más el corazón humano!” (Prov. 15, 11)
“Abismo y perdición [abbadon] son insaciables, como insaciables son los ojos del hombre” (Prov. 27, 20)
En el Salmo 88 se lee:
“¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición [abbadon]?” (Sal. 88, 12).
Pero quizás la más interesante sea la recogida en el Libro de Job:
“El seol [lugar en el que según los judíos yacen los difuntos en una situación similar al letargo, son los “infiernos” a los que Jesús habría descendido entre su muerte y su resurrección] está desnudo ante él, la Perdición [abbadon] se halla al descubierto” (Job, 26, 6).
Donde la sustitución de “perdición” por “Abbadon” bien podría haber iniciado el interesante proceso de conversión de “la Perdición” en un ser personal, por demás el maléfico jefe de los infiernos. Y si no veamos:
“El infierno está desnudo ante él, Abbadon se halla al descubierto”.
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